El cultivo de piña experimenta un crecimiento sostenido en Paraguay y se consolida como uno de los principales rubros frutícolas generadores de ingresos para comunidades rurales. Con más de 5.100 hectáreas de cultivo a nivel nacional, esta fruta tropical gana terreno en los mercados internos y externos e impulsa el desarrollo económico local.

Departamentos como San Pedro, Concepción, Caaguazú, Alto Paraná y Canindeyú concentran la mayor producción, donde miles de familias encuentran en la piña una fuente de ingreso sostenible. Su alto contenido nutricional, excelente rendimiento y buena aceptación comercial la convierten en una alternativa atractiva para la Agricultura Familiar Campesina.

La expansión del cultivo responde también al acompañamiento técnico que brinda el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), a través de la Dirección de Extensión Agraria (DEAg), que asiste a los productores en todo el ciclo de producción: Desde la preparación del suelo hasta la comercialización.

Una de las claves del dinamismo actual del rubro es la incorporación de variedades como la MD-2 (conocida como Golden), altamente valorada en mercados internacionales por su dulzura, tamaño y durabilidad en postcosecha. Esta innovación genética refuerza la competitividad del producto paraguayo.

El MAG impulsa una estrategia integral que contempla no solo el fortalecimiento de la producción, sino también la mejora en infraestructura, logística, transformación agroindustrial y acceso a mercados. Esta articulación con otros organismos estatales y actores privados busca ampliar las oportunidades para las familias productoras.

Entre las variedades más cultivadas en el país figuran Abacaxi, Cayena lisa, Boliviana y La Perolera. El proceso de siembra comienza con una preparación adecuada del terreno, incluyendo limpieza profunda y subsolado, preferentemente entre marzo y mayo para lograr mejores rendimientos.

El avance de la piña como cultivo de renta no solo refleja la capacidad productiva del agro paraguayo, sino también su potencial como motor de desarrollo inclusivo en zonas que dependen de la tierra como principal recurso económico.