El creador de contenido conocido como “Mocaccino” volvió a quedar en el centro de las críticas tras reaccionar de manera discriminatoria contra un niño con autismo en Santaní, hecho que generó el rechazo de organizaciones como TEA Py y de numerosos ciudadanos. Este caso reavivó el debate sobre la responsabilidad de quienes acumulan seguidores en redes sociales.
Francesco Canatta, nombre del polémico influencer, ganó notoriedad luego de maltratar a un guardia en un banco porque no recibió un café mocaccino mientras aguardaba su turno. La queja que publicó en redes lo convirtió en objeto de burlas y alimentó el apodo que lleva hasta hoy.
Confiesa el uso indebido de fondos: G. 200 millones, según su propio relato
En una entrevista en el podcast “Seas quien seas” con Sebas Rodríguez, Canatta reconoció que desvió G. 200 millones cuando trabajó en un banco. Afirmó que gastó el dinero en sustancias y mujeres. Además, en el mismo espacio admitió que enfrenta cleptomanía y que inició su adicción a las drogas a los 16 años después de consumir marihuana en el vestuario de su club de rugby.
Otro hecho que generó de qué hablar fue cuando el “influencer” protagonizó un accidente de tránsito con su camioneta, hecho que abrió cuestionamientos sobre la propiedad real del vehículo.
Consejos peligrosos a adolescentes en una fecha dedicada a la salud mental
Canatta registró otro momento de crítica pública en septiembre, cuando visitó un colegio de Luque durante el Día Mundial de la Prevención del Suicidio. Allí ofreció declaraciones consideradas inapropiadas por especialistas en salud mental al instar a adolescentes a “ponerse las pilas” y “dejar de ser perras débiles”, expresiones que minimizaron temas sensibles y vulneraron a una audiencia juvenil.
La sucesión de incidentes plantea una reflexión sobre el tipo de referentes que consumen los adolescentes. La popularidad de Mocaccino no se traduce en ejemplos positivos. Sus discursos discriminatorios, sus contradicciones personales y sus mensajes dañinos sobre salud mental exponen el riesgo de asociar fama con credibilidad.
En un entorno donde cualquier figura con presencia digital puede convertirse en modelo a seguir surge una pregunta clave: ¿Qué valores transmiten quienes influyen sobre miles de jóvenes y cómo distinguir entre notoriedad y responsabilidad?

