Sergio Massa y Javier Milei se cruzaron en el último debate presidencial de la Argentina. Las estrategias cruzadas y cómo puede influir en la elección.
Sergio Massa, candidato a la presidencia Argentina, se mostró como lo que es en el último debate presidencial en la Argentina: un político profesional que hace 30 años trabaja en el Estado argentino. Es su mayor virtud y su mayor debilidad. Su estrategia en el debate fue maximizar esa virtud y exponer a Milei ante una realidad que hasta ahora venía disimulando: la falta de conocimiento sobre el Estado y sobre el funcionamiento de la política.
“¿Qué es el GDE?”, le preguntó Massa como si estuviera tomándole examen. Milei contestó con una risa entre sobradora e incómoda. “Decime vos qué es”.
Se trata del Sistema de Gestión Documental Electrónica, una estructura clave para mover cualquier expediente en el Estado. No está claro que un presidente deba saber de eso; seguramente pueda haber algún burócrata que pueda entenderlo por él. Pero la pregunta sirvió para exponer ese flanco débil de un dirigente que hace años estudia cómo debería funcionar (idealmente) una economía sin Estado, pero que no necesariamente sabe cómo hacer que las cosas pasen en el Estado que debe conducir.
No fue el único acierto de Massa a lo largo de las dos horas de debate a la presidencia Argentina. Las preguntas por sí o no lo obligaron a Milei a plantear definiciones tajantes. De esas que a Milei no le gusta responder sin un bagaje teórico detrás. Son preguntas que al principio lo descolocaron: si iba a dolarizar, privatizar Vaca Muerta, sacar los subsidios o eliminar el Banco Central fueron las primeras.
Milei repetía, titubeaba, daba vueltas. Finalmente, dijo que no sacaría subsidios, que no podía privatizar Vaca Muerta porque es de las provincias, pero ratificó la dolarización y el cierre del Banco Central. Massa aprovechó para exponer las contradicciones.
Massa fue profesional (un político profesional) en los tonos, en lo estudiado del debate, en el uso preciso del tiempo en un show televisivo que tenía reglas muy claras: cada candidato tenía 6 minutos para hablar por tema, pero no podía usar la palabra más de dos minutos seguidos.
En el primer tema -economía- que debía ser el fuerte de Milei, Massa salió a atacar con todo con sus preguntas cortas. Milei en cada una de ellas se detuvo a explicar. Cuando llegó su momento de contraatacar, se quedó sin tiempo. Massa aprovechó el último minuto para hacer un monólogo sobre lo que implicaría la vuelta de las AFJP en las jubilaciones y cuánto cobrarían hoy los jubilados si estuviera ese régimen jubilatorio.
En el segundo eje temático Massa volvió a increparlo sobre las relaciones con China y Brasil, con quienes Milei dijo que rompería trato diplomático. El libertario ratificó esa definición, pero aclaró que permitiría que los privados hagan negocios entre sí. Massa le enrostró que no hay posibilidad de comercio privado entre países si no hay regulaciones estatales que las enmarquen. “Por prejuicio ideológico vas a dejar a dos millones de personas sin trabajo”, planteó Massa.
También le preguntó (siempre por sí y por no) por la relación con el Vaticano y lo obligó a contradecir a su “prócer”, Alberto Benegas Lynch que en el acto de cierre previo a las generales había pedido romper lazos diplomáticos con la Santa Sede. “Las disculpas las hice por privado”, dijo un confundido Milei que también tuvo que responder por los dichos de su futura canciller sobre Malvinas.
Pero quizás la pregunta (por sí o por no) que más impacto generó fue en el tercer tema cuando Massa le cuestionó sobre si arancelaría las universidades. Milei habló de reformas de primera, segunda y tercera generación, pero Massa insistió.
“En el corto plazo no”, contestó Milei dejando entrever que más adelante podría implementar una medida de ese tipo. “Según un estudio de la universidad de San Juan, a una familia le costaría $270.000 por mes pagar la universidad de sus hijos”, dijo Massa.
Así terminó el primer bloque del debate presidencial a la Argentina. En el segundo, Milei logró encarrilar medianamente un barco que se venía hundiendo.
El propio Massa planteó las coincidencias que ambos tenían en materia de seguridad. Aunque en un momento Massa le cedió la palabra y el libertario no supo qué más decir. “Es un tema que no le interesa y no estudio”, chicaneó el ministro.
Hubo tiempo para algunos contrapuntos más. Cuando Massa planteó que el modelo de Milei es “sin indemnizaciones ni vacaciones pagas” o cuando le enrostró que no sabía la diferencia entre las fuerzas de seguridad interior y las defensa (sobre lo que Milei se quedó sin tiempo de responder).
Milei en todo momento intentó emparentar a Massa con el fracaso del gobierno del que es parte. En algunos tramos le salió mejor y en otros Massa pudo defenderse: “No vinimos a discutir sobre Macri o Cristina” (cuando buscaba emparentarlo con el kirchnerismo); “Si tenés pruebas anda a la Justicia” (frente a las denuncias por corrupción); “los que te escribieron el discurso no están acá esta noche” (Cada vez que Milei lo acusaba de mentiroso, en referencia a la ausencia de dirigentes del PRO).
Massa sacó a relucir también los archivos ocultos de Milei. En la mayoría de los casos lo dijo al pasar pero en frases que resonaron fuerte: “¿Por qué no te renovaron la pasantía en el Banco Central?” (dando a entender que fue por alguna cuestión psicotécnica), “el último libro que escribiste tiene 3 denuncias de plagio”; “No es mi familia la que tiene propiedades en Estados Unidos” (cuando hablaban de corrupción).
Massa se exhibió en todo momento como un político profesional, con absoluto dominio de la situación, pegando una y otra vez en los flancos débiles de su rival.
Milei intentó volver al “modelo pre-paso”, que lo mostraba como una renovación, desfachatado, lejos de la casta, con capacidad de improvisación (se sacó los anteojos)… Pero terminó acorralado por un Massa que tenía todo para perder y que no recibió ni una pregunta incómoda.
En el debate, ganó el político profesional. Pero los que votan son los ciudadanos. Y si la gente está cansada de “la casta”, quizás el tono del discurso de Massa puede espantar al votante independiente que está harto de los recursos dialécticos de la política tradicional.
La mayor parte de las encuestas que circuló antes de la veda muestran que hay entre un 15 y un 20% de indecisos. Son ellos los que van a determinar quién fue el verdadero ganador del debate presidencial a la Argentina 2023.
Texto extraído de A24.com/Por Pablo Winokur