José Raúl Mulino, abogado de 65 años, fue juramentado como nuevo presidente de Panamá (2024-2029), este lunes en un acto protocolar realizado en el Centro de Convenciones Atlapa. Frente a un nutrido auditorio, pronunció un discurso firme que retrató la realidad del país y cómo piensa resolver los problemas más apremiantes. Entre ellos, la deuda externa que roza casi los $ 50 mil millones y, para lo cual, prometió un gobierno de austeridad, sin despilfarros y presupuestos abultados que beneficien a clases privilegiadas, un mensaje directo para los diputados de la Asamblea Nacional que, durante la gestión pasada, operó un presupuesto que superó los $ 150 millones.
Frente a mandatarios que le acompañaron en el acto de investidura, su majestad el Rey Felipe VI de España, los presidentes de Colombia Gustavo Petro, de Costa Rica Rodrigo Chaves, Xiomara Castro de Honduras, Luis Abinader de República Dominicana, así como las delegaciones de Estados Unidos y otros países, Mulino dejó claro que no permitirá la estigmatización de Panamá “en listas peyorativas como si fueran patrocinadores del crimen internacional o de otra suerte de acciones que enérgicamente rechazo”. Esto como un aviso directo a los países europeos cuyas presiones han llevado a Panamá a adoptar medidas de cumplimiento e imponer leyes restrictivas que perjudican el modelo de negocios y de servicio que atentan contra el centro bancario internacional, que ha caracterizado a Panamá como uno de los más competitivos del mundo.
Listas grises, reiteró: “Hechas por países que usan nuestro Canal, participan en licitaciones para hacer obras, envían consultores para darnos recetas y piden colaboración internacional en diferentes foros”. De inmediato, mencionó el reciente sobreseimiento en el conocido caso de los “Panamá Papers”, que investigó a una de las firmas de abogados más reconocidas del país, pero finalmente la juez declaró que la fiscalía no había recopilado las suficientes evidencias para condenar a los 28 imputados.
La administración Mulino enfrenta grandes desafíos. Entre ellos, la necesidad impostergable de modificar la ley 51 que rige la Caja de Seguro Social, cuyo programa de pensiones está al borde del colapso y requiere de un oxígeno financiero, para lo cual diseñará un plan que lleve a la solución concreta e integral del sistema, sin privatizaciones, que incluya de igual forma la atención médica. Aseguró que hablará “con la verdad” a los asegurados para dar inicio a un plan de austeridad y cortar privilegios, además de generar un sistema estricto de auditorías.
Dicha mesura también comprenderá la planilla del Estado, la segunda más abultada de Latinoamérica, según palabras del ministro de Economía Felipe Chapman, lo que exige recortes y la utilización del gasto público en obras que beneficien a los panameños, que generen trabajo. La gestión de Mulino dará importancia al manejo de la migración irregular, del cual promete un giro en la estrategia, reiterada en el “cierre de la frontera colombo-panameña” dividida por la selva del Darién.
A pesar de la firmeza de sus palabras, y del temple que refleja su carácter, Mulino se emocionó al cumplir su sueño de ser presidente de Panamá. Este momento ocurrió cuando le fue impuesta la banda presidencial, donde no pudo contener las lágrimas.